22.4.08
Jaque Mate con caballos.
El camino se levantaba seguro para el ansiano, llevaba una espada forjada en la ciudad de las espadas, llevaba un rosario de la ciudad de los católicos, su caballo galopaba a buen ritmo, se veía de animos.
Al aproximarce a tierra neutra sostiene el rosario fuerte entre sus manos, lo aprieta y recuerda a su familia, mira hacia el cielo, comienza a nublarce y se persigna. La carreta de madera cruje mientras baja por el camino pedroso hacia el valle. La rueda derecha oscila y tiene uno de sus maderos sueltos, tanto que parece quebrarce. Eso no le preocupa al anciano. Él tiene lo que necesita y no quiere más, tiene el mundo a sus pies y viste una túnica de tela ploma igual que su manta. Un sombrero tejido a mano y con sus ojos azules contempla a los granjeros azomarce por las ventanas y prediciendo una lluvia violenta y desagradable para ellos pero positivo para las futuras cosechas. El ganado se inquieta y no come de la hierva humeda, se queja y pide un techo para el frio. La carreta es lo único que parece no perder su continuidad, parece una paradoja del tiempo, pausa el paisaje y mantiene el camino del camino.
Los granjeros ya no están, han sido encerrados y solo queda el ansiano, su rosario y su espada inoxidable, su fiel caballo no cesa su andar, sigue el camino sin preguntar nada, no replica ni produce sonidos, solo anda, con sus patas delgadas golpea la tierra que otros ya pisaron antes. Las patas generan un monologo ante el silencio, las aves no vuelan sobre su cabeza, se refugian en silencio sobre las ramas de los viejos arboles, arboles sin hojas que han quedado en silencio. Aguardan lo que pasará. Pareciera que irremediablemente el cielo ha de llorar, que las nubes están hinchadas y dejarán caer un concierto sobre los campos fértiles. Pasaron solo minutos para que el destino hiciera realidad la predicción del ansiano, la primera gota cayó en el pelo del caballo, la segunda donde nace el dedo pulgar de la mano derecha del ansiano y luego el cielo comenzó a gritar, de a poco comenzaron a formarce los grandes charcos de lodo y en donde el caballo embarraba sus patas y estropeaba su andar, el corazón del ansiano comenzó a latir y la carreta tambaleante comienza a meter sus ruedas en la tierra ablandada, las nubes comienzan a oscurecer más y más el paisaje, en un movimiento desesperado e inconciente el ansiano tira con fuerza de las riendas y el animal se levanta soltando la estructura de madera y hace perder el equilibrio al ansiano. Estaba perdido, al caer se golpeó en la cabeza, de a poco comenzó a sentir como se humedecía toda sus ropajes, más tarde perdió el conocimiento, más tarde perdió la movilidad del cuerpo, más tarde veía como su caballo corría despavorido hacia el horizonte, más tarde perdio el conocimiento y por último perdio la partida.
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