El municipio había hecho un llamado a la ciudadanía a ayudar en la limpieza de un gigantesco terreno ubicado en la perifería norte de la ciudad, el motivo: construir un cementerio digno para nuestros fallecidos los cuales eran depositados generalmente en el cementerio público el cual estaba ya en pésimo estado. Es por eso que dicho llamado fue muy bien recivido e incluso yo y mi familia, quienes no solíamos atender a este tipo de actividades acudimos sin dudarlo, puesto que veíamos en este proyecto muy buenos frutos y claro, viendo un poco el bien personal que a estas alturas de la sociedad es algo muy dificil de quitarselo de encima. Pienso que esto se debe a que cada dia la sociedad crece, nadie se conoce y practicamente se desconfía de todo el mundo (algo para envidiarle a los pueblos más pequeños y localidades rurales).
Para dicho proyecto, y producto que la perifería estaba a más de una hora de viaje del centro, se habilitó el tren de la ciudad para llevar a los trabajadores a las afueras donde se ubicaban los cerros de Saclau.
En la estación junto a mi familia me encontré con Alvaro, un amigo de la infancia con el cual aun compartía, estaba junto a su madre y también iba a las faenas ciudadanas, él pensaba que esta actividad podía ayudar a la ciudad a ser cada vez más unida y hacer la tarea supuestamente imposible de conocerse unos con otros, saber quien es tu vecino y la persona que vive al otro lado de la ciudad. En el momento en que hablaba con Alvaro llegó mi padre, del trabajo les habían dado libre para que fueran a participar de esta experiencia, no había sacado boleto por lo que se fue a comprarlo, a lo lejos se sentía la imponente presencia del tren que se aproximaba a gran velocidad. Me puse nervioso puesto que no veía a mi padre por ningun lado y la gente ya estaba empezando a abordar, no pude evitar ser arrastrado hacia adentro del bagón y ahi, entre unos inmensos sujetos calvos y barbudos me quedé quieto esperando que mi padre se halla subido a tiempo. Pasado ya una media hora de viaje la gente comenzó a acomodarse y yo podía ver a mi madre a lo lejos que me dijo que mi padre no había alcanzado a tomar el tren y que posiblemente vendría en el próximo.
Luego de una hora de viaje llegamos a la última estación en donde todo mundo bajó muy animado rumbo al cerro, me quedé esperando el próximo tren con la esperanza de que mi padre llegara luego, a la hora siguiente de espera se veía a lo lejos el humo que avanzaba hacia la última estación Saclau. A mis espaldas la gente que venía en mi tren trabajaba en la tierra; arrancaban la maleza y los niños corrian por entre los adultos jugando muy animados al ver ante ellos, cientas de ectareas para correr y jugar en ese hermoso dia de sol.
[colección Onírica]
[010]
20.6.07
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